En cuanto a lo inefable

 

 


VI 
No me dejes.
No te duermas,
amado.
Vago
infinitamente
desolada
entre olivos quejumbrosos
y sus sombras agazapadas.
Getsemaní
se abre
y
me traga.
No me dejes....
no te duermas...
Desángrate conmigo
en esta noche oscura.
 
 
VII
Noche de pan y uvas

Ven a cenar conmigo
las uvas
el pan
el dolor...
Saboreemos la alegría
del último encuentro
gajo a gajo
miga a miga.
que el dolor
se queja
que la angustia
espera
meciendo los olivos
infinitamente.
Ven,
Amado.
Cenemos.
Ya está consumada la traición.
 
La muerte sueña
arrullar el amor.

VIII
Brindis

Eleva la copa,
Amado
Y brindemos con tu sangre
esta complicidad tan nuestra
de silencio
consuelo
y eternidad.
Parte el pan,
Amado.
Que el trigo cantará vida
en tu paladar.

Y ,
suavemente,
dime la Palabra que preciso oír.

Eleva el cáliz
Amado.
Ya sé que no morirás
 

IX
El viento trae el canto de los olivos
que te llaman.

Amado...
aún no vayas.

Quédate junto a mí.

Aún hay uvas...
pan
y vino.

Aún hay alegría sobre el mantel.
Y bajo él,
los versos dolorosos
que no te puedo dar.

No te vayas,
El viento agita los árboles
y ellos se golpean el pecho
con cada hoja
gimiendo el perdón.

Amado.
Aún no vayas.
Cierra la ventana.
No escuches el canto de Jerusalén
 

X
¿Quién canta ,
amado
quién canta...?
¿Acaso el follaje que oirá tus preces?
¿Las hojas celosas de tu lozanía?
¿O es la muerte que ahuyenta
los cantos evangélicos
que llevan tu nombre a ras de suelo y cielo?
¿Quién canta,
amado,
quién canta...?
¿La hora infinita que acoge tu angustia?
¿Los versos de vida llorando más rimas?
¿O son las raíces del añoso olivo
retorcidas de impotencia
de crear la savia
y no poder brindártela?
No escuches,
Amado,
no escuches.
Es sólo la noche que pasa.


 

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