En cuanto a lo inefable

 

 

I
Vengo
de todos los lugares.
Mi huella
es una presencia
inefable
de un instante
y de un nombre
humedeciendo
mis labios.

Tras de mí,
permanece
un canto
en cada mariposa.


II
Emerges de mi silencio
sin hablar
sin estar
sin ser.
Eres pan,
flor de manzano,
miel.
Emerjo de tu silencio
sin respirar
sin sombra
sin cuerpo.
Soy harina.
Septiembre.
Celdilla.
Agua.
Emergemos del silencio
en una sola resurrección.


III
Grabaste en mí
el arco de tu tierra
convirtiéndome en madera
y en aroma de pino.
Escurriste sobre esta mujer
la savia de la luz,
cubriéndome de hierbas y semillas.
Hoy,
soy bosque que toca el cielo
cantando en el follaje
tu melodía trasparente.


IV
Dentro de mí
una flor se abre.
Me inunda
la lluvia de mayo.
Mi aliento es canto
y fluye en poesía.
 

V
Acércate...hoy

Cuando las hojas se quejan en las sombras
y este otoño incipiente
no se cansa de angustiarme.

Háblame... hoy...
destella rocío
desde tu silencio
oscuramente triste.

¡Cómo duele en esta noche
la corona de espinas!

Escúchame... hoy.

Rezo
y mi oración
roza la fragancia
de los dolores
que sostuvieron Getsemani
encendido de luna.

Respóndeme... hoy.

Mi inquietud yace en el aire
cual ofrenda mustia
vagando al infinito.

Inefable presencia.

Estás...
se que estás ahí...
puedo alzar mis manos
y llenarlas de estrellas.

Sí.
Hoy...
Estás.

 

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