Ivoncarium


VI
 

Equinoccio

Ancestrales plumas me crecen en el cuerpo.
Un águila semidesnuda me vuela en círculos.
Talismanes me cuelgan hasta de los párpados.

Arrastro esta piel peldaño a peldaño
Agua, tierra y luz florecen desde mis palmas
Un canto gregoriano inunda el ascenso.

¿Celebraré el Pesaj, ahora que llega el otoño?
¿Sirius destellará como un primer día...?
¿Vencerá la noche el duelo de las horas?

¿He de resucitar un tercer amanecer...
en medio de tantos muertos...?

¿Me inundará el conjuro de la vida
en la empinada escalera?

¿Volará al fin la serpiente
atávicamente condenada?

Equinoccio.

Puedo extender mi mano
Y coger un trozo de esta noche perfecta.
Sacudirle las plumas
Y sujetar con él
las penas del mundo.

Mañana...
Mañana invitaré al sol
A beberse un trago de hojas muertas.

Equinoccio.
Y en este hemisferio
ya nunca será primavera.



VII
Y me hablaba de amor
del mañana...
y que no, no, no,
le decía...

Sus labios
colgaban sonrisas
en cada esquina de mi vida...
Que no, no , no...
le decía...

Llenaba de pájaros trinadores
los balcones clausurados...
Musitaba las canciones del alma
apegadito a mi oreja...
Que no, no, no...
le decía...

no entendía...
no entendía.

Para hacer más gráfica la negativa,
abrí la blusa
mostré la herida
y ofreciendo la vista de
un corazón hecho trizas,
dije irónica:
Saca un pedacito.
Y,
estirando su mano,
con sumo cuidado,
lo sacó.



 

© Margarita Carrasco

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