Que voy mirando de frente,
las armas en las vainas, prestas,
mi caballo de guerra enjaezado,
sudoroso,
el pendón de mi casa en el valle
y la sangre está dispuesta a pintar
la hierba,
que llega la hora y el día,
ondeando bajo el cielo lloroso, firme,
que la batalla espera
que los astros se alinearon
y trazaron una saeta en el
firmamento.
Que lucho por ti
y no dejaré que las huestes oscuras
con carbones de hielo
tomen la torre del homenaje.
Mi espada tiene grabado tu nombre
y tinta de forja,
mi alma,
pertenece a la dueña de los sueños
avaros,
de las mañanas embriagadas
de lino y luna,
de flor y fauna,
de vientre y vida,
de sauce y semilla,
de planetas y plegarias,
de gallos y galernas,
de aleluyas y alboradas.
Mi escudo es el pabellón de tus
cabellos,
la trenza de tus manos,
el bulbo de tus versos.
Floreceré como un rosal en la
frontera
y perfumaré los céfiros del Oeste
con los pétalos de mis canales,
estambres y pecíolos
para adorar tu nombre santo.
Agua de abril y néctar de mayo.
Pócima mágica que habré de escanciar
en mi boca
antes de cruzar los yerros
en la trinchera hostil.
El tiempo es mi único enemigo.
Y tú…
…tú eres la única esperanza
