Dos heridas se abren en la
piel de la tierra.
La una,
se enreda en las simas más profundas
y escupe pus de lava batida,
metales fundidos y saliva emponzoñada
de raposas viejas..
La otra,
salta a los ojos de los cielos
y crea una catarata opaca
que nos protege de la impúdica
contemplación de los dioses malignos.
Las dos son desgarros inmensos
dignos de epopeyas y bibliotecas
alejandrinas.
Una pequeña herida se abre
en la superficie de mi alma.
No te tengo,
no puedo olerte
(nunca sabré),
no puedo tocarte
(jamás sentiré).
Está infectada
y no existe cura.
Nadie escribirá un solo
verso
para cicatrizar el rasguño que nubla
mi mirada de alfajor.